Leyenda de Carlomagno
“Escudo de gules con tres torres de oro, construidas con arena, sobre una roca de plata. La del medio, más alta, está coronada por un águila negra con las alas desplegadas, miembro de oro que tiene en el pico una trucha de plata; punta de azul con seis montañas de plata bañadas por el río Gave un torrente pirenaico natural.” |
Una leyenda, que tendría como origen un texto del siglo XIII de un cronista inglés, el monje Marfin, dejó su huella en el blasón de la ciudad de Lourdes.
Así podría ser el relato:
En el año 778, Carlomagno, rey de los Francos, al regresar de España, donde luchó contra los sarracenos, sitió Lourdes para recuperar el castillo, denominado de Mirambel, ocupado por un emir musulmán, Mirat.
Intimado varias veces a rendirse, Mirat, a pesar de las privaciones que soportaron heroicamente él y los hombres de su guarnición, se negó a rendirse ante un mortal.
Las tropas de Carlomagno comenzaron a cansarse de un asedio tan prolongado y el propio rey pensó en levantar el sitio cuando un hecho original precipitó el acontecimiento.
Un águila, que acababa de capturar una gran trucha, dejó caer su presa a los pies del emir. Mirat, astuto, lanzó el pez a los soldados de Carlomagno diciéndoles: “Aún tengo veinte mil en la cisterna del castillo”.
Turpin, el obispo de Puy-en-Velay, que acompañaba a Carlomagno, comprendió la superchería y decidió negociar con Mirat. Le dijo: “Ya que no quieres rendirte ante el rey Carlos, que es el más ilustre de los mortales, ríndete al menos ante la Dama más noble que nunca ha existido, la madre de Dios, Notre Dame du Puy. Yo soy su servidor y me convierto en su caballero”.
Al escuchar estas palabras, Mirat, tocado por la gracia y seguramente hambriento, respondió: “Rindo las armas y me entrego con todo lo que me pertenece a la madre de Dios, a Notre Dame du Puy y acepto, en su honor, hacerme cristiano. Pero así como me comprometo libremente, quiero que la región de Bigorra sólo dependa siempre de ella, tanto para mí como para mis descendientes”.
Mirat fue bautizado y tomó el nombre cristiano de Lorus. El castillo, denominado Mirambel, pasó a llamarse Lorus, de donde procede el nombre de la ciudad de Lourdes.